Día domingo. Son las 2 de la tarde, abordamos un microbús que nos llevará a la avenida Abancay, al centro de Lima.
Hace mucho calor, los pisos y vidrios sucios, muy sucios. Vamos lento. obviamente tienen que llenar los asientos desocupados.
La gente sube y baja en cada paradero. De pronto en mi cara ¡¡plafff!!...un globazo de agua que me moja hasta el fundillo, entre sorprendido y asustado escucho risas a mis costados y tras los vidrios veo a un grupo de flacos con polos envueltos en la cabeza que huyen pintados y muertos de risa. Es el último día de carnaval en Lima.
Sonrío resignado, todos hacen lo mismo. Mientras me voy limpiando o secando...ya no sé ...¡¡plashhhh...más agua!!, esta vez fue un baldazo. Un gordito y su pareja empapados sonríen nerviosos y avergonzados, se ponen de pie para salir del charco. Huelen la humedad en sus manos y dudan de que sea agua, parece pichi...ajjjj dicen.
El bus continúa su ruta por "El Agustino". Entramos a una zona donde hay mucha tierra y calles estrechas, a cada rato muchachos -con el torso desnudo- nos atacan a baldazos. Mojados tratamos de cerrar las ventanas. Imposible, no funcionan, algunas están trabadas y otras sin vidrios, no hay forma de protegerse.
El chofer sigue valiente al volante...acelera, huye, hace maniobras. Estamos saltando en el carro. Nosotros muertos de miedo nos aferramos al asiento para protegernos del agua o de un accidente. Por fin llegamos a una avenida grande y menos poblada. El susto parece haber pasado.
Empapados volvemos a sentarnos, suben más pasajeros. Destaca uno que -con cicatrices en rostro y brazos- confiesa ser un ex-recluso, que para no volver a robar necesita de "la colaboración" de todos. Manos miedosas, sacan monedas y pagan por su tranquilidad. El tipo baja y todos respiran aliviados. Q ué viajecito.
Llegamos al Parque Universitario, suben dos tipos borrachísimos, hablan fuerte, dicen groserías, discuten, los pasajeros reclaman y luego de algunas cuadras el cobrador intenta hacerlos bajar. Hay bronca, ellos se niegan. El chofer interviene con un fierro en la mano, más insultos y empellones. Finalmente se van ...¡¡fuuuuuu!!! que alivio.
Estamos cansados por el calor, la ropa mojada y especialmente el miedo. Por fin aparece la Av. Abancay y nos preparamos para bajar. ¿su boleto? "...se me cayó..." digo ingenuamente, "...ya tío, no te pases..¡¡paga, paga, paga!!! ..." quedo en ridículo, pero a pesar de eso reclamo, no hay pero que valga, el "cobra" me ha visto como un "avivato" y me va a cobrar como sea. Insisto, trato de bajar y él cierra la puerta. El chofer acelera y me aleja de mi paradero..2, 3, 4 cuadras, "...carajo ya te pagué...déjame bajar!!! grito. Por fin, el ómnibus se detiene y me botan como a un delincuente, me dicen "conchudo" me mentan la madre.
Estoy en la Avenida Abancay.
(continuará...)
Hace mucho calor, los pisos y vidrios sucios, muy sucios. Vamos lento. obviamente tienen que llenar los asientos desocupados.
La gente sube y baja en cada paradero. De pronto en mi cara ¡¡plafff!!...un globazo de agua que me moja hasta el fundillo, entre sorprendido y asustado escucho risas a mis costados y tras los vidrios veo a un grupo de flacos con polos envueltos en la cabeza que huyen pintados y muertos de risa. Es el último día de carnaval en Lima.
Sonrío resignado, todos hacen lo mismo. Mientras me voy limpiando o secando...ya no sé ...¡¡plashhhh...más agua!!, esta vez fue un baldazo. Un gordito y su pareja empapados sonríen nerviosos y avergonzados, se ponen de pie para salir del charco. Huelen la humedad en sus manos y dudan de que sea agua, parece pichi...ajjjj dicen.
El bus continúa su ruta por "El Agustino". Entramos a una zona donde hay mucha tierra y calles estrechas, a cada rato muchachos -con el torso desnudo- nos atacan a baldazos. Mojados tratamos de cerrar las ventanas. Imposible, no funcionan, algunas están trabadas y otras sin vidrios, no hay forma de protegerse.
El chofer sigue valiente al volante...acelera, huye, hace maniobras. Estamos saltando en el carro. Nosotros muertos de miedo nos aferramos al asiento para protegernos del agua o de un accidente. Por fin llegamos a una avenida grande y menos poblada. El susto parece haber pasado.
Empapados volvemos a sentarnos, suben más pasajeros. Destaca uno que -con cicatrices en rostro y brazos- confiesa ser un ex-recluso, que para no volver a robar necesita de "la colaboración" de todos. Manos miedosas, sacan monedas y pagan por su tranquilidad. El tipo baja y todos respiran aliviados. Q ué viajecito.
Llegamos al Parque Universitario, suben dos tipos borrachísimos, hablan fuerte, dicen groserías, discuten, los pasajeros reclaman y luego de algunas cuadras el cobrador intenta hacerlos bajar. Hay bronca, ellos se niegan. El chofer interviene con un fierro en la mano, más insultos y empellones. Finalmente se van ...¡¡fuuuuuu!!! que alivio.
Estamos cansados por el calor, la ropa mojada y especialmente el miedo. Por fin aparece la Av. Abancay y nos preparamos para bajar. ¿su boleto? "...se me cayó..." digo ingenuamente, "...ya tío, no te pases..¡¡paga, paga, paga!!! ..." quedo en ridículo, pero a pesar de eso reclamo, no hay pero que valga, el "cobra" me ha visto como un "avivato" y me va a cobrar como sea. Insisto, trato de bajar y él cierra la puerta. El chofer acelera y me aleja de mi paradero..2, 3, 4 cuadras, "...carajo ya te pagué...déjame bajar!!! grito. Por fin, el ómnibus se detiene y me botan como a un delincuente, me dicen "conchudo" me mentan la madre.
Estoy en la Avenida Abancay.
(continuará...)
Hans Gutiérrez